Nos llaman a las 23:00 para tomar un chocolate (vamos los polvos similares al nesquik que tomamos aquí), y unas galletas. Revisamos el equipamiento y el agua. Llevo una botella pequeña en el interior de la mochila de ataque y la camelback hasta arriba, hemos preparado los tubos y la boquilla de la camelback con las fundas que preparé con estos materiales que se usan en las instalaciones de aire acondicionado, básicamente es lo mismo que venden en las tiendas especializadas por un dineral. Hace un frio tremendo y sopla aire por lo que hay que ajustarse bien las capuchas de los cortavientos para que no te duelan los oídos.
Comenzamos la subida cuando ya hay unas pocas decenas de lamparillas titilando por el camino, es una bella serpiente de luces que se mueve lentamente. Hasta ahora no hemos tenido mucho problema con la altura y nos hemos adaptado bien, especialmente Eva que incluso tuvo la regla en plena ascensión. El secreto andar muy despacio (pole, pole como dicen por aquí) y beber mucha agua, por lo que aplicamos el mismo método. El guía se pone en cabeza, luego Eva, yo y cierra el ayudante del guía, que aspira a llegar a la posición de guía. Para ello tienen que acumular una serie de subidas a cima. El resto del equipo se encargará de recoger el campamento y bajar al siguiente, aunque se queda un pequeño reten para darnos algo caliente cuando bajemos de la cima.
Según vamos dando pasitos cada vez me cuesta más esfuerzo, el paisaje que hasta ahora estaba salpicado de blancos por los neveros de nieve y hielo, se va haciendo más y más blanco, estamos entrando en las nieves perpetuas del Kilimanjaro. Cada poco tiempo intentamos beber del camelback, pero hay que tener mucho cuidado ya que debemos soplar fuerte para no dejar agua en la boquilla que se congelaría, aunque cada vez cuesta más controlar la respiración y pensar en otra cosa que no sea dar un paso y otro. No noto dolor de cabeza pero sí que me cuesta mucho cada metro que avanzo, Eva me anima y parece ir mucho mejor, es dura como el diamante. Nuestro guía no parece muy dispuesto a animar y se para cada poco, ya que yo voy muy lento. En algún momento se me pasa por la cabeza el abandonar y empezar a bajar, pero es la fortaleza mental y no la física la que te hace seguir, y cuando por fin vemos el último repecho antes de enfilar la cresta, una energía extra que no sabes de donde sale te invade, y se apodera de ti una felicitad que hace que te olvides del frio intenso. Cuando por fin llegamos a la cresta y miramos a nuestro alrededor, nos abrazamos y lloramos. Es una sensación que no se puede explicar, hay que vivirla. Estar en la cima del continente africano, viendo una puesta de sol, rodeado de glaciares, con la persona con la que has compartido tus mayores aventuras en la vida, es algo que te renueva y te marca para siempre.
Nos dirigimos al pico, solo quedan unos metros bordeando un pequeño cráter a través de la cresta de la montaña, el viento sopla fuerte y gélido, las fotos justas porque sacar la mano aunque sea con el guante interior puesto, no apetece. Llegamos al punto geodésico y nos hacemos la foto típica. Un último vistazo y empezamos la vuelta. No se puede estar mucho tiempo, porque te hielas de frio. La bajada la hacemos dinámicos y con ganas, al salir de las zonas de glaciar bajamos por cuestas muy pronunciadas, debemos bajar hundiendo los pies en las riadas de pequeñas chinas y arena, se levanta bastante polvo y el sol empieza a calentar fuerte. De hecho nos quemamos un poco en la nuca, donde nos olvidamos de ponernos protección. Volvemos a beber, ya que a medio camino hacia cima se nos congelaron las boquillas y no pudimos beber. Después de una dura bajada llegamos a Barrafu Camp de nuevo y comemos algo y descansamos un poco. Hoy no se cumplen los tiempos, hemos tardado mucho en bajar. Seguimos camino para descender los 1500 metros de desnivel que nos separan de nuestro próximo campamento. En este caso nos dirigimos hacia la puerta de entrada de otra de las rutas, la Mweka a 1500 metros, pero haremos noche en Mweka Camp a 3100.
Las nieves perpetuas del Kilimanjaro |
La durisima bajada |
Abrazitos para ellos y besitos para ellas
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